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UN MENSAJE A LOS GRUPOS DE LA TRADICIÓN MEXICA, CON TODO MI RESPETO.
Pienso que, enarbolar el concepto de Mexicanidad es meterse en un callejón sin salida. Los auténticos mexicas del pasado no lo hubieran hecho. Ellos hablaban - como es fácil demostrarlo a través de la evidencia arqueológica - de Toltequidad, un concepto inclusivo que no se basa en límites étnicos.
Orientar un movimiento de raíces hacia la mexicanidad es desconocer que los mexicas fueron sólo una de tantas etnias de Anahuac-Tahuantinsuyu. Es imponer una identidad ajena a los olmecas, zapotecas, mixtecas, totonacas, teotihuacanos, mayas, quichés, otomíes, huicholes y demás componentes del rico mosaico anahuaca. Es no tomar en cuenta que las bases culturales, espirituales y políticas de Anahuac no las establecieron los mexicas del siglo 15, sino los olmecas, 3 000 años antes.
Anahuac no se llamaba México; México fue durante breve tiempo la capital de uno de sus numerosos pueblos. El nombre de México se recuerda porque dio la casualidad de que fue entonces cuando llegaron los invasores.
El nombre de México se lo impusieron al país los criollos, es decir, los hijos de los invasores - mismos que destruyeron en pocas décadas las raíces que habían conseguido sobrevivir durante siglos. Es un nombre neocolonial, válido para la actual sociedad mexicana, pero no representativo de unas raíces que trascienden con mucho las fronteras modernas del país.
Puesto que los símbolos conforman nuestra identidad, no hemos de adoptar símbolos por rutina. Se necesita conciencia para lograr cualquier cosa positiva, y más en un movimiento que involucra la identidad de muchos pueblos y naciones.
Por eso mencioné lo del callejón sin salida: si nos definimos a partir de nuestros límites, esos límites irán creciendo a medida que desarrollemos nuestra definición, marginándonos paulatinamente del proceso social. Eso ha pasado muchas veces en México; recuerdo, por ejemplo, el Movimiento de Restauración de la Cultura Anahuaca, devenido en nada.
Cierto: es más fácil establecer una identidad sobre lo que nos limita que sobre lo que nos une, pues requerimos de un esfuerzo mental extra para ir más allá de nuestros intereses egoístas. La auténtica identidad se basa en el conocimiento, no en reacciones emocionales a una situación de opresión (si nuestra identidad es reactiva, la va a conformar y manipular el enemigo).
Por eso considero que, antes de promover soluciones, hay que estudiar mucho. Propongo como indicador del compromiso con Anahuac la siguiente idea: si no lo puedes pensar en nahuatl clásico, no estás en posición de liderar, sino de seguir.
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